De liderar equipos a liderar mi vida

Nov 21, 2025

Un viaje de propósito, miedo y reconstrucción en la segunda mitad

Durante muchos años, liderar fue mi forma natural de estar en el mundo.
Lideraba equipos, proyectos, presupuestos, crisis y decisiones difíciles.
Y aunque la mayoría veía firmeza, dentro de mí había una parte que solo sabía avanzar porque así era como el sistema había sido diseñado: sin espacio para detenerse a preguntar si ese camino seguía teniendo sentido.

Hasta que un día, casi sin ruido, llegó esa incomodidad persistente.
Esa que no se va.
Esa que te acompaña en silencio incluso cuando todo “va bien”.

No fue un golpe, ni una crisis enorme. Fue algo más sutil:
una certeza tibia de que ya no quería seguir igual.
De que algo dentro había empezado a quedarse estrecho.
Y de que, por primera vez, tenía que dejar de liderar hacia afuera… para empezar a liderar hacia adentro.

No era falta de capacidad. Era miedo.
En esa etapa entendí algo que veo todos los días en las mujeres con las que trabajo:
no es que nos falte talento, visión o ambición.

Lo que da miedo no es el cambio.
Lo que da miedo es soltar lo conocido.

Cuando llevas años construyendo una carrera, una reputación y una forma muy clara de “quién eres”, la idea de empezar algo distinto parece casi una amenaza.
Porque sabes exactamente dónde encajas… pero no sabes quién serás cuando salgas de ahí.

Es un miedo legítimo.
Humano.
Y profundamente femenino en nuestra generación.

El vértigo no desaparece. Pero cambia.
Nada mágico pasa cuando decides cambiar.
No se despeja el horizonte.
No aparecen todas las respuestas.

Pero algo sí empieza a moverse:
cuando avanzas aun con miedo, la vida se ordena, el ruido baja y aparece una seguridad distinta, más tuya.

Dejas de sostener expectativas, roles y estructuras que ya no te pertenecen.
Empiezas a hacer espacio para lo que sí.

Y descubres que el liderazgo —ese músculo que usaste durante décadas— también sirve para reconstruirte a ti misma.
Solo que ahora lo aplicas desde otro lugar: desde propósito, foco y autenticidad.

La parte más liberadora
En mi caso, el punto de inflexión fue simple y brutal:

Ya no estoy aquí para demostrar nada.
Ahora estoy aquí para elegir.

Elegir dónde pongo mi energía.
Elegir con quién trabajo.
Elegir el tipo de vida que quiero construir.
Elegir el impacto que quiero dejar.

Y cuando lo ves así, la segunda mitad deja de sentirse como “lo que queda”
y empieza a sentirse como lo que empieza de verdad.

Liderar tu vida también es liderazgo
Si estás en esa etapa donde algo dentro te dice
“ya no quiero seguir igual”,
no lo ignores.

No necesitas tener el plan completo.
No necesitas dar un salto radical mañana.
No necesitas cambiarlo todo de golpe.

Necesitas algo mucho más simple —y mucho más valiente:

liderarte a ti.

Así como lideraste equipos, proyectos, decisiones difíciles y momentos de presión…
ahora te toca liderar la vida que quieres construir.

Una vida que tenga sentido para ti.
Que respire propósito.
Que te devuelva energía, no que te la consuma.
Que honre a la mujer que fuiste… y a la mujer en la que te estás convirtiendo.

La segunda mitad no es un cierre.
Es, por fin, el comienzo a tu manera.