Vamos a hacerlo igual
Hay decisiones que llegan suavecito…
y otras que te atraviesan el pecho.
A veces avanzamos porque estamos listas.
La mayoría de veces avanzamos a pesar de no estarlo.
Y últimamente, mientras leo Strong Ground —todavía no lo termino— me descubro pensando mucho en esto: en cómo nos llenamos de capas, de certezas, de estructuras… no solo para protegernos, sino también para no sentir demasiado. La armadura funciona, sí. Pero tiene un precio: también nos deja quietas.
La comodidad de la certeza
Es cómodo tener una vida predecible.
Es cómodo saber qué esperar, qué decir, qué entregar.
Es cómodo vivir sin riesgos, sin cambios bruscos, sin apuestas grandes.
Pero esa comodidad también construye una jaula —una muy bonita, eso sí— donde pasa algo silencioso:
Empiezas a dudar de lo que quieres.
De lo que puedes.
De si todavía “estás a tiempo”.
Y ahí nace una frase peligrosa:
“No es el momento”.
No porque no lo sea, sino porque te da miedo que sí lo sea.
La vulnerabilidad no es lo contrario del miedo
No avanzas porque estés segura.
Avanzas porque, aun con miedo, decides confiar.
La vulnerabilidad no es fragilidad.
Es honestidad interna:
Sí, me asusta. Sí, no lo tengo claro. Sí, puedo fallar.
Y aun así, dar el paso.
Ojalá alguien me hubiera dicho esto hace años, porque lo hubiera hecho igual… solo que con menos culpa y menos autoexigencia.
A ninguna de nosotras nos salió fácil
Todas pasamos por lo mismo:
– La incertidumbre de no saber si el cambio va a funcionar.
– El riesgo de apostar ahorros, energía, reputación.
– El vértigo de preguntarte: ¿y si no soy tan buena como creo?
– La contradicción de querer moverte, pero sentir que aún no puedes.
Y duele.
Pero también es señal de que algo dentro se está despertando.
No se trata de saltar al vacío
Hacerlo igual no significa irresponsabilidad.
No es lanzarte sin pensar, sin plan, sin apoyo.
Es otra cosa:
Es prepararte lo mejor posible.
Es pedir ayuda cuando ya no puedes sola.
Es apoyarte en la gente correcta.
Es aceptar que no existe el momento perfecto.
Es moverte con conciencia, no con impulsividad.
La seguridad aparece después
Y esto lo he visto en mí, en mis clientas, en amigas, en todas las mujeres que deciden dar un paso más grande que sus miedos:
La seguridad no llega antes del salto.
Llega mientras avanzas.
Aparece cuando te ves a ti misma resolviendo.
Cuando hablas diferente.
Cuando entregas algo que ayer no te atrevías.
Cuando una persona te dice “gracias, esto me ayudó”.
Ahí empieza a bajar el ruido interno.
Si estás en ese punto…
Ese lugar donde sabes que quieres moverte,
pero algo te frena,
te enreda,
te detiene…
No te esperes a sentirte lista.
Nadie se siente lista para la primera vez.
Ni para la segunda.
A veces, ni para la quinta.
Lo que cambia es la forma en que caminas con el miedo.
Avanza igual.
No porque sea fácil.
Sino porque lo que viene después vale la pena.